Entrevista Dr Zaffaroni

Eugenio Raúl Zaffaroni es catedrático emérito de la Universidad de Buenos Aires y uno de los tratadistas más importantes de la ciencia penal iberoamericana. Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales por la Universidad del Litoral (1964), y actual ministro de la Corte Suprema de Justicia de Argentina desde 2003.


1) ¿Cómo calificaría al régimen penal actual de menores en Argentina?
Es inconstitucional, porque tiene casi sesenta años, fue remodelado por la llamada ley de la dictadura militar y está anclado en el viejo sistema “tutelar” y por tanto carente de garantías procesales y penales, contra lo establecido en las convenciones internacionales incorporadas a nuestra Constitución desde 1994.

2) La delincuencia juvenil es una de las problemáticas sociales más preocupantes en Latinoamérica.
¿Qué propuestas concretas haría para que el Poder Ejecutivo y el Legislativo encaren la actual situación de criminalidad juvenil en el corto, mediano y largo plazo?
Lo preocupante en América Latina a mi juicio, es la pobreza, la polarización de riqueza, la marginación de niños y adolescentes, el escaso esfuerzo puesto por los políticos para fomentar su incorporación laboral y estudiantil y el brutal descenso de las condiciones de salud y educación producto de la irresponsabilidad de los años noventa y que aún no se ha remontado.
La delincuencia siempre es juvenil; la ancianidad delincuente casi no existe. A los viejos se los controla mediante el deterioro de la previsión social que los reduce a la miseria, los deprime y los mata. No necesitan controlarlos con el sistema penal.
La primera medida que deben tomar los gobiernos de la región en el ámbito específico de lo penal es reformular y repensar sus policías y acabar con la criminalidad organizada en las propias fuerzas policiales, que son las que acuerdan con las organizaciones criminales actividades delincuenciales convergentes o complementarias, que van desde su utilización para tráficos ilícitos de cualquier cosa hasta práctica de robos y otros delitos, como la complementariedad en el hurto y robo de automotores que proveen a los revendedores de piezas.
Si el propio sistema penal emite pautas pro-crimen no hay forma de neutralizarlos mediante pautas anti-crimen. Lo que digo no es más que aplicación pura de la vieja teoría de la asociación diferencial de Sutherland de los años treinta, o sea, que son reglas conocidas desde antes que yo naciera.

3) En la pregunta anterior dijimos que la delincuencia juvenil es una de las problemáticas MÁS PREOCUPANTES para la sociedad.
¿Considera que el incremento de la criminalidad juvenil constituye una sensación social o una realidad?
Nadie lo sabe porque a nadie le interesa. Lo único que les interesa a los políticos es lo que los medios masivos dicen y éstos dicen lo que quieren, subiendo y bajando a gusto y placer el sentimiento de inseguridad, independientemente de cuántos cadáveres hay. Si a alguien le interesara, los políticos se ocuparían de crear alguna institución de monitoreo seria, científica, capaz de diagnosticar barrio por barrio lo que sucede y cuál es el accionar del propio sistema penal y fundamentalmente de las policías. Esta sería la única realidad. Pero esto no se hace, porque la realidad no le interesa a nadie, sino la proyección en los medios y especialmente en la televisión. En particular cuando la manipulación del miedo se ha convertido en una técnica de gobierno, en una “governance”.
¿Puede decirme por qué la “inseguridad” desaparece de los medios cuando hay un tema político central? ¿O cuando aparece la gripe “A”? ¿O cuando aparece un brote de dengue? ¿Acaso los virus o un escándalo real o inventado hacen bajar los cadáveres? A nadie le interesan en serio los muertos, salvo que se proyecten en la televisión. ¿Alguien se preocupa por los muertos en el tránsito, que son infinitamente más que los muertos en asaltos? ¿Alguien se preocupa por las muertes intrafamiliares, que son muchas más que las muertes entre desconocidos? ¿Alguien se preocupa por saber qué sucede con el suicidio? Son muertos, cadáveres, pero a los medios no les dicen casi nada, ni siquiera que están muertos. Son muertos silenciosos. Parece que nadie quiere pensar en la vida, sino en matar más, más prisión, más motines, más masacres y algún comunicador o politicastro de opereta con la pena de muerte.
¿Quieren más espectáculo lamentable que los candidatos en los Estados Unidos rodeados de los retratos de los ejecutados a los que no les conmutaron las penas de muerte, prometiendo que en su segundo período matarán aún a más? ¿Puede haber mayor decadencia del discurso político? ¿Ese sistema penal no se parece, acaso, a los de algunos países islámicos? ¿O esa similitud es una ilusión mía?

4) En algunos países de Latinoamérica rige el sistema TUTELAR, que se basa en sacar al niño del sistema y dejarlo bajo la tutela del Estado, que lo considera incapaz.
¿Qué opinión le merece este sistema?

Toda tutela es inquisición. Se tuteló a los indios, a las mujeres, a los africanos y miren cómo les fue. Con los niños y adolescentes pasa lo mismo. Se los tutela para encarcelarlos sin proceso y sin probar siquiera si lo que se les imputa lo cometieron. Basta el “estado de riesgo” u otros eufemismos, o sea, se puede hacer cualquier cosa con los niños pobres, con los otros no, por supuesto. Es criminalización indiscriminada de la niñez pobre, con un discurso aparentemente humanitario.

5) Brasil tiene la procedibilidad desde los doce años, pero la pena que puede aplicársele al niño o al adolescente no puede exceder de cinco años. ¿Considera este sistema mejor que el anterior?
Es un modelo correcto en el que hay que pensar cuando se trata de reformar la ley penal juvenil. Hoy con el discurso de la tutela podemos institucionalizarlo hasta la mayoría de edad sin ninguna garantía. Si no se lo hace es por pura prudencia y sentido común de los que manejan el sistema o por carencia de lugares donde encarcelarlos, pero la ley lo habilita.

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