El Llanto de la Sinfonía

El Llanto de la Sinfonía
Por Héctor David Cárdenas Ortega
Especial para Futuros Abogados Latinoamericanos. Derechos reservados (Ley 11.723)

SUMARIO: I. Introducción. - II. Igualdad. – III. Derecho Natural. – IV. Ser o Deber Ser. – V. Fantasía o Realidad. – VI. Derecho Moderno… La Última Lágrima de la Sinfonía. – VII. Hacer Sonar la Sinfonía.

I. Introducción
Si dudo, si me alucino, vivo.
Si me engaño, existo.
¿Cómo engañarme al afirmar que existo,
si tengo que existir para engañarme?[1]

Hagamos sonar la melodía reluciente y abrazante que nos coloca sobre el círculo de la fe y tras suspirar, tomados del brazo, miremos la exactitud y precisión con la que nos mira la estrella… vayamos a la lejanía de la poesía, pero antes, vestidos de realidad y verdad, vayamos a la cercanía de la agonía. ¿Qué es un número? Una idea; una entidad abstracta que denota cantidad. Todo lo que descansa sobre palabra alguna es invención.
Años atrás, miles de años atrás, el hombre, ya sea de manera completamente instintiva o haciendo uso de su máximo potencial racional, se agrupó; creó un lazo de fuerza inigualable y se vio inmerso en la zona de explosión haciendo honor al núcleo fundacional[2] de la sociedad. Sacudió manos y comenzó el oleaje, ese oleaje que junto con algunas otras piedras han agitado el mar, nos arrastran lo suficientemente mareados hasta el día de hoy en el que la marea sube y el tronar de la misma sobre la roca nos hace pensar en la estólida fantasía que vivimos. “Estoy bajo el agua y los latidos de mi corazón producen círculos en la superficie.”[3]
El hombre, rodeado de verbo, ha creado un sistema lógico, no necesariamente consciente, en el cual la congruencia de los diversos aspectos esenciales para el hombre, así como sus inventos metodológicos y racionales, se postran sobre la nube infinita de la verdad. ¿Y qué es la verdad?[4] Dentro del mismo sistema, no puede ser nada más que una propiedad creada que caracteriza algún enunciado, es decir, todo es verdad siempre y cuando los eslabones formados en la cadena no contengan contradicciones, absurdos o falacias. Este problema en esencia es similar al problema del bien y el mal, ya que, aquello es bueno si camina por la línea de la regla (cualquiera que sea); aquello es verdadero si no choca y conecta un eslabón con otro (cualquiera que sea la cadena y cualquiera que sea el contenido de la misma). No es necesario conocer el verdadero origen de la sociedad, si fuese instintivo o racional, ya que, al ser imposible conocer dicho fenómeno, no podremos afirmar ni asegurar tesis alguna si partimos de una premisa completamente incierta. Ahora bien, ya sea de manera tácita o explícita, el hombre acepta y hace uso del sistema lógico en el que nada[5], todo lo relativo a la razón pura de Immanuel Kant, aquello que a pesar de llegar a ser tan complicado, no se cuestiona. Dentro de dicha razón, la realidad y la verdad parecen obvias, pero, ¿qué sucede cuando utilizamos la razón práctica y lo referente a ella? ¿El imperativo categórico es la verdad? ¿Fantasía? ¿Realidad? “En este mundo traidor, nada es verdad, nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira.”[6]
Partiré de una premisa completamente cierta: No todos somos iguales. Emmanuel Sieyes, en su obra ¿Qué es el Tercer Estado? Hace un llamado a la “justicia” a través de las “verdades” manifestadas. Es claro el hecho de que una obra debe ser leída desde el punto de vista de la etapa en que fue escrita, ya que de otro modo perdería completo sentido y el sesgo de años y críticas nos harían perder el sentido original de la obra. Es necesario también, acarrear ciertos criterios fundamentales del Derecho moderno (planteados en la obra) para así, hacer una crítica, ya sea constructiva o destructiva, del Derecho actual.
Sieyes es claro al plantear que “El Tercer Estado es una nación completa” (pag 57), “¿Qué es el Tercer Estado? Todo”, “¿Qué representa actualmente en el orden político? Nada”, “¿Qué pide? Llegar a ser algo”. El Tercer Estado es, en realidad, el todo de la nación. A pesar de no tener la decisión sobre su lomo, a pesar de habérsele visto robada por ‘los privilegiados’, la nación sin el Tercer Estado es nada, pero “¿Qué sería el Tercer Estado sin la clase privilegiada? Todo, pero un todo libre y floreciente”. (pag 59) La Historia, hasta el momento en el que es escrita la obra, orillaba a Sieyes a observar cómo los privilegiados (cualquiera que sea la circunstancia por la cual lo son) procuraban únicamente el interés particular… ése interés que siempre se encontraba en dirección opuesta al interés colectivo. Tras la crítica a la manera denigrante en la que se ha manifestado el ordenamiento francés, Sieyes hace tres peticiones y plantea el camino ‘indicado’ para que la nación sea libre y floreciente, nación la cual devuelva de manera íntegra y segura los “derechos fundamentales del hombre”.
A pesar de ser interesante el análisis petitorio que Sieyes plantea por parte del Tercer Estado, me parece crucial el rescatar los elementos del Derecho moderno, ésos los cuales trascienden hasta nuestros días.

II. Igualdad
La mayoría de los autores contemporáneos a Emmanuel Sieyes, así como todos aquellos escritores que tratan el tema del hombre frente a la ley, consideran a todos los hombres como iguales. No somos iguales. Si nos abocamos a la antropología, podremos[7] encontrar dentro de ella, la esencia de todo ser humano. ¿Somos únicamente esencia? No. De ahí emanan todos los problemas… somos mucho más que esencia. Cada hombre, sin verse separado del todo en el que habita[8], adquiere una individualidad excepcional cognoscible única y exclusivamente por el propio ser. El ser humano, entidad individual, supera y abruma la enunciación esencial, no modificándola, sino complementándola de manera que los componentes básicos estructurales, al verse fusionados con el universo personal en discurso, tornan un matiz distinto al original; matiz imposible de repetir. “Me moriré de viejo y no acabaré de comprender al animal bípedo que llaman hombre, cada individuo es una variedad de su especie.”[9] Somos iguales sólo a costa de la imaginación ideal. Decía William Shakespeare “Si dos cabalgan en un caballo, uno debe ir detrás.” ¿Quién cabalga a la cabeza? ¿Quién decide quien cabalga? ¿Qué es aquello que hace la edificación de un hombre mejor que la de otro? Nuestra igualdad radica en la diferencia. Solamente el nacimiento nos equipara, y no hay un hombre sobre otro tomando en cuenta una escala de superioridad, pero si hay un hombre delante de otro tomando en cuenta la escala de habilidad. Cabalga al frente el que maneja de manera más eficaz al caballo. Si trasladamos la idea de igualdad de Sieyes a lo ya mencionado, ¿Será posible, entonces, que el Tercer Estado sea una nación completa? Sieyes plantea que dicho Tercer Estado, a pesar de estar formado por individuos y éstos tener sus intereses particulares, comparten una serie de intereses y de derechos, los cuales los unen y los colocan a la misma distancia del círculo de la ley. Debe quedar claro que la idea de igualdad no se satisface con el simple hecho de compartir algo con alguien, debe quedar claro que de nuestra desigualdad surgen los conflictos. Cada individuo posee diversas esferas, burbujas, las cuales flotan por el aire; ese momento en el que las burbujas se unen sin reventarse es a lo que llamo armonía. “Así como los ojos están formados para la astronomía, los oídos lo están para percibir los movimientos de la armonía.[10] Si bien es probable y posible que se compartan derechos e intereses, si bien ésos son los que nos colocan en la perfección de la periferia, ¿cómo descubrirlos? ¿Compartir derechos e intereses con una esfera significa compartirlos con todas?

III. Derecho Natural
“Su voluntad es siempre legal; es la ley misma. Antes de ella, por encima de ella, no hay más que el derecho natural” (Pág. 108) Sieyes, en su exposición a cerca del ideal de Constitución Francesa, plantea la voluntad general como la palabra a seguir, ya que, según el francés, solamente el derecho natural se encuentra por encima de dicha voluntad. ¿Cuál es el Derecho Natural? La respuesta suena sencilla: aquél Derecho que emana de la naturaleza.[11] Esto, más allá de ser una respuesta, es un problema ya que es cognitivo por el ojo humano el aspecto tangible de la naturaleza, o de modo más general, el aspecto científico de la misma (y aún así, nada sabemos de la naturaleza… un monstruo traicionero y creador incomprensible). ¿Acaso no es todo naturaleza? Un derecho es una entidad metafísica que el hombre utiliza como herramienta propia y a la vez universal para caminar sobre el sendero de la paz. (¿O será todo lo contrario?) Podríamos incurrir en la premisa más común y argumentar que el hombre al ser “racional”, puede determinar a través de dichos procesos, lo que es un derecho (sin necesidad de definirlo) y por qué es un derecho. Hacerlo de dicho modo sería calificar de “perfecto” al sistema lógico que utilizamos para la argumentación, y cabe notar que dicho sistema, al ser creación humana, no logra acercarse a la perfección, sino por el contrario, se inunda en imperfección. Sería también insinuar que el proceso racional es uno, único y general; que todo hombre piensa igual y arriba al mismo destino.[12] De ser así, no se estarían dibujando estas líneas, no se estaría juzgando el sistema. Démosle vuelta a la moneda, si uno quisiese determinar los derechos naturales desde el punto de vista axiológico, es decir, moral, no haría más que definir lo que para él vale… y eso, eso es creación humana. Debo dejar claro que no afirmo que no haya o exista derecho natural alguno, es decir, aquél inherente al hombre; simplemente niego la determinación de los mismos a través de un proceso racional. Si se determinaran a través de un proceso moral, dejarían de ser naturales y por ende, sería imposible que fuesen universales. ¿Cómo entonces, sostener un sistema en aquello que se desconoce? ¿Cómo desentrañar nuestra esencia para así crear la esencia de la sinfonía?

IV. Ser o Deber Ser
¿Qué somos? La pregunta más compleja a su vez tiene la respuesta más compleja, no es mi interés aventurarme a contestarla. “Ser es hacer”[13] aquello que en realidad se lleva a cabo; el ser es la realidad. Nos referiremos únicamente al ser activo, es decir, a esa realidad. Sieyes se arraiga a la idea de que la voluntad general es aquella magnánima palabra con la cual la ordenación del Derecho se debe hacer. El hombre es el creador del derecho. A pesar de haber escondida una naturaleza común, el mismo hombre, tras el proceso de socialización, erigió un sistema… un orden. Claro está que solamente el hombre es el indicado para modificar dicho sistema.[14] Eso no significa que la voluntad general sea la indicada. ¿Hasta qué punto el Tercer Estado, la Asamblea Nacional, o la voluntad general tienen la capacidad de modificar el Deber Ser? “El ser humano es una síntesis de lo temporal y lo eterno, de lo finito y lo infinito”[15] La cita anterior de Soren Kierkegaard se acerca mucho al punto a tratar. El hombre va más allá de su circunstancia, es más que su circunstancia, es una síntesis de pasado y futuro, es presente… el ser humano es memoria. “Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.”[16] No podemos hablar del hombre sin hablar de la humanidad, inclusive en la Edad Media, cuando el oscurantismo reinaba y no había necesidad de pensar o de hacer Historia, el hombre era memoria (religiosa, pero memoria).[17] Si esto es así, si no podemos deslindarnos y romper de manera absoluta con el pasado[18], debemos considerar todo aquél conglomerado de raíces que forman parte de nosotros, la costumbre. Ésta agrupa no únicamente valores, sino circunstancias de las cuales el hombre saca inducciones sobre lo deseable para en contrasentido deducir sobre lo indeseable. Los Derechos que hoy el hombre considera como fundamentales es muy probable que, más allá de ser naturales (como la propiedad), sean producto de la Historia. ¿Cuál es el deber ser? ¿Acaso la Historia y sólo la Historia nos dicen que hacer? Me parece crucial el considerar la Historia dentro del mismo deber ser, ya que no de manera arbitraria, no de manera azarosa, sociedades y sistemas alcanzan su máximo esplendor y sobreviven cientos de años. Ahora bien, el deber ser es una fórmula perfecta, una síntesis al igual que el hombre; de manera ideal, en la que todos los elementos que flotan junto con nuestras burbujas, se ven relacionados y así, la sinfonía emprende viaje con las notas… emprende armonía. El Derecho es también una síntesis entre ser y deber ser. No merece la voluntad general la facultad de modificar el deber ser, la palabra no puede ser más fuerte que el arraigo valorativo ¿Es probable o posible que la voluntad general, inconsciente (como todo aglomerado de personas)[19], se considere encima del Derecho Natural? Claro que lo es y un ejemplo de lo anterior es la actualidad positivista. El Derecho debe ser esa síntesis entre necesidad y valor, entre normalidad y normatividad, entre realidad e idealidad. Nadie dijo que fuese sencillo el arribar a tal síntesis, pero de no ser así, ¿Cuál sería el sentido existencial del Derecho? ¿Si no es la voluntad general, entonces quién?

V. Fantasía o Realidad
Es probable que las peticiones de Emmanuel Sieyes, así como las supuestas verdades que argumenta, sean llevadas al extremo ya que, en el momento de la revolución francesa, el autor vivía (junto con el grueso de la población) arrinconado, justo al borde del sistema y necesitaba de argumentos tan extremosos para arribar al anhelado justo medio. Esto no quiere decir que aquél análisis deba ser traído íntegro a la actualidad. George Orwell, en su libro 1984, nos plantea una novela en la que el Estado se convierte en un fin, un Estado que olvida al Hombre y lo orilla a olvidarse él mismo… orilla al hombre olvidarse del hombre. En esta obra, el Estado tiene no sólo la facultad sino la capacidad de modificar aquellas verdades o certezas que consideramos como absolutas. Dos más dos es cinco si el Estado así lo decide; ¿dos más dos es cinco si la voluntad general así lo decide? Dos más dos es veintidós. [20] ¿Las rosas rojas existen? Sí. ¿Las rosas rojas realmente existen? Sí.[21] Una cosa es determinar la realidad y conocer lo que es real y otra es afirmar que dichos sucesos, que van más allá de nuestra aceptación, valoración, o percepción, existen. La rosa roja existe, aunque la voluntad diga que no existe. La filosofía del lenguaje plantea que dicha rosa existe únicamente porque ha sido separada de un todo; es rosa y es roja porque el hombre así lo ha determinado y nada más. Lo interesante aquí es superar esa filosofía del lenguaje, ya que ha sido separada esa entidad no de manera arbitraria, sino de manera que la concepción que se pueda tener del mundo y el entendimiento del mismo, no se ahoguen en el absurdo. La rosa (dentro del todo[22] que habita) existe, no por creación humana… todo es palabra, pero la palabra no lo es todo.

VI. Derecho Moderno… la Última Lágrima de la Sinfonía
Tras el sisma con la época feudal y el inicio de una nueva etapa, esquemas habrían de ser rotos y la llegada de nuevos ejes modificaría la carrera de la humanidad… una nueva palabra sustituiría la de Dios: la razón. Tras la “muerte de Dios”, el hombre crea una figura a la cual dota de las mismas características que Dios tenía, es decir, al haber incertidumbre sobre qué religión era la correcta, qué palabra había que seguir, el hombre intenta resolver el problema creando “El Estado”. Sieyes estaba consciente de que una nueva etapa surgía y él quería y hacía lo posible por pertenecer a esa etapa, Sieyes era moderno. “El imperio de la razón se extiende más y más cada día que pasa y se impone cada vez más la restitución de los derechos usurpados.” (pág. 91) Sieyes cae en algunas contradicciones; quiere fundamentar la creación de un nuevo sistema en el Derecho natural, pero como ya vimos, dicho Derecho sobre pasa el imperio de la razón. Es necesario aclarar que la obra de Sieyes se dirigía hacia un distinto lugar, Sieyes no planteaba la creación del Derecho moderno[23]. Al razonar creemos que dicho proceso de racionalización fue el correcto, o mejor dicho el adecuado, mientras que en verdad, todo proceso racional, por más objetivo que se plantee y se lleve a cabo, denota el querer subjetivo (y probablemente inconsciente) del ser activo racional. El Derecho moderno se ha caracterizado por esa fe en la razón y ha olvidado el proceso de la racionalización… ha valorado únicamente el resultado del proceso, es decir, la norma. ¿Cómo olvidar la procedencia de la norma, el motivo de la misma? La fe se ha transformado en indiferencia… la fe se ha transformado en nihilismo, se ha transformado en nada.[24] El mismo Derecho moderno no permite la introducción de la moral ni de la política en el discurso. Rasgos de ello los observamos también en el ensayo francés: “Sí, pagaréis, no por generosidad, sino por justicia, no porque queréis, sino porque debéis.” Es absurdo separar aquella aceptación moral que se tiene de una norma, de la idea positiva de la norma, ya que, el escindirlas hace del Derecho un acto simplemente autoritario, y por ende, irracional. ¿Por qué no pagar por generosidad, y por querer? “Una larga y funesta experiencia nos impide, incluso, creer en la solidez de ninguna ley buena que no fuese más que un gracioso don del más fuerte.” (pág. 94) Sieyes intentaba romper con aquél autoritarismo que abrumaba la esfera de sus derechos, y es a través de la creación de un nuevo sistema que plantea hacerlo, un sistema francés propio. [25] El Derecho es ‘moral’, el Derecho es ‘política’. ¿No es entonces la voluntad general la indicada para dichos aspectos? Tras el imperio de la razón, el Estado se ha interpretado de manera errónea al establecerlo por encima del hombre, y del mismo modo, al establecerlo como fin y no como medio. El hecho de que la voluntad general no sea el equivalente a la verdad (como decía también Rousseau en el Contrato Social) no significa que el Estado sea el encargado de modificar aquello que le plazca, no significa que el Estado ideal (funcional) sea el fin, el Estado es un medio para la realización humana. ¿Si no es el Estado y no es la voluntad general, entonces quien? Lo mejor de dicha nación. Aquí entra en problema de la educación, el cual, es crucial para complementar la verdadera sinfonía… es la batuta. “El arte de dirigir consiste en saber cuándo hay que abandonar la batuta para no molestar a la orquesta.”[26] Se debe aclarar que la voluntad general sí tiene cabida dentro de la decisión, tanto fundamental como excepcional. Sieyes no se equivoca al declarar que únicamente los pertenecientes a ésa voluntad general conocen sus verdaderas necesidades, nadie ajeno a la circunstancia es capaz de resolver el problema, no sin realmente conocerlo. Ahora bien, a pesar de ello, el conocimiento de los problemas así como su resolución van más allá de la experiencia, es por ello que la voluntad general no tiene la capacidad para modificar aquello que no conoce. “Si hubiera una nación de Dioses, éstos se gobernarían democráticamente; pero un gobierno tan perfecto no es adecuado para los hombres.”[27] Claro está el hecho de que la educación ideal (sin sesgos preferenciales)[28] , así como la llegada de ésta a toda la nación, harían a todos candidatos para el mando, en cuyo caso, otro sistema se plantearía. Sólo la educación nos dará las herramientas para ser semejantes, pero nunca iguales. Sieyes plantea también otro aspecto el cual sobrevive hasta nuestros días: la delegación de la voluntad general en el legislador, una de las principales falacias del sistema. A pesar de ya haber tratado el tema de la voluntad, el hecho de que un grupo de miembros de la nación elijan un representante no significa, ni está cerca de significar, que la voluntad del legislador es la voluntad de los electores. Al elegir al legislador o al mandatario no se manifiesta nada más que confianza depositada en él, o bien, ignorancia, nunca voluntad. Este aspecto es similar al famoso contrato social[29], en el que es probable que de manera romántica caractericemos el inicio de la sociedad como un acuerdo de voluntades, lo cual no significa que los miembros actuales de cualquier sociedad hayan aceptado. ¿Qué tan absurdo es hablar del nacimiento de un hombre libre? Uno nace dentro del sistema inmerso y sujeto al mismo… no conoce optativa. La emancipación del sistema es posible pero la emancipación se da únicamente al conocer y rechazar el sistema, al librarse de él una vez nacido. ¿Cómo aceptar algo que no se conoce? ¿La educación nos da la optativa de aceptar? ¿Fue voluntad o imposición? ¿Si fue imposición, si la supuesta aceptación fue tácita, por qué llamar al Derecho racional? El Derecho es un acto de fe. Desde el punto de vista pesimista, diría Hobbes en su Leviatán "Las pasiones que inclinan al hombre a la paz son el miedo a la muerte”. Diría Arthur Shopenhauer: “El instinto social de los hombres no se basa en el amor a la sociedad, sino en el miedo a la soledad.” Cualquiera que fuese el núcleo fundacional, el Derecho es un acto de fe; a pesar de haber sido creado y edificarse tras la desconfianza en el otro, tras el miedo, delegarle la facultad a un hombre (o grupo de hombres) la protección de aquello que vale por excelencia, es y será un acto de fe. ¿Cómo tener fe, si “lloramos al nacer porque venimos a este inmenso escenario de dementes”?[30] El camino de la fe no es un camino dibujado por la mano de otro hombre, es un aura suprema la que nos dirige, es la lejanía de la poesía.

VII. Hacer Sonar la Sinfonía
Se pierde la belleza de la armonía que las notas, al flotar, conllevan. Ya no se escucha esa melodía risueña, se escucha ahora el tronido de su llanto; nuestra sinfonía está llorando. El Derecho llora.
Todo lo que descansa sobre palabra alguna es invención. Intentar acorralar al derecho dentro de una definición, limita su alcance y elimina ciertos elementos esenciales del mismo. El derecho al ser discurso… es palabra, pero la palabra no lo es todo… hay en el Derecho algo más, hay dentro de la sinfonía algo existente por excelencia. El Derecho posee una rosa roja, una rosa que más allá de ser separada del todo, se postra sobre la estrella que claramente nos mira. Esa rosa, roja, esencia del Derecho… es la armonía.
Sieyes, al analizar la Constitución Británica y desentrañar si ésta es buena por sí misma[31], llega a la conclusión de que no importa la Constitución en sí, sino “los verdaderos principios de donde se ha sacado la idea” (pág. 100) “Este pensamiento debería bastar a todos para curarse de la manía de imitar a nuestros vecinos y para animarnos a consultar más bien nuestras necesidades y nuestras relaciones.” ¿Por qué no rescatar los principios que esclarecen el sistema moderno? ¿Cuál es el afán de obnubilar? ¿Será más bien incompetencia? Decía Jorge Luis Borges, “Que cada hombre construya su propia catedral. ¿Para qué vivir de obras de arte ajenas y antiguas?” La crítica destructiva puede llevarnos al vacío, la constructiva a la incongruencia y al absurdo… No he venido a proponer un sistema, no he venido únicamente a criticarlo, he venido a recordar nuestros anhelos en la vida. Siempre he compartido la idea de que “con la moral corregimos los errores de nuestros instintos, y con el amor los errores de nuestra moral.”[32] La educación, a pesar de ser fundamental para el buen funcionamiento del sistema, sirve de nada si no existe sentimiento alguno. El mejor violinista no toca una pieza, sino que la siente. Yo propongo volar[33], yo propongo ser más que simplemente humanos, y que mientras volamos, en el fondo suene la sinfonía y nos arrulle la armonía.
Todo en esta vida es fe, sin fe, nada tenemos. El Derecho es uno de los muchos actos de fe que realizamos. ¿Por qué es tan efectivo el sistema jurídico musulmán? Por la fe que sus miembros practican y elevan… misma fe reflejada en el sistema. Pero, ¿en qué religión sustentarnos? Sin ponerle nombre a la religión y quizás sin deidad alguna… ¿por qué no sustentarnos en la moral? Creer en el Derecho entonces sería creer en sí mismo. “Creo para comprender y comprendo para creer mejor.”[34]
“En la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad.”[35] ¿Qué sucede cuando la dejamos de escuchar? Surge así el timón nihilista de la sociedad posmoderna. “Así como los ojos están formados para la astronomía, los oídos lo están para percibir los movimientos de la armonía.” El Derecho debe ser sinfonía, una sinfonía escuchada que deleite, un discurso elevado al grado de la música. El Derecho debe de ser armonía. Que el pañuelo blanco absorba las lágrimas de la sinfonía... dejémosla comenzar a soltar carcajadas.


BIBLIOGRAFÍA

[1] San Agustín de Hipona
[2] Los núcleos fundacionales, a diferencia de un punto de partida semejante al de una recta, plantean la Historia y los sucesos de la misma asemejándose al fenómeno de una piedra cayendo sobre agua y formando un oleaje en el cual la ola circular primera será la creadora de la segunda, y así sucesivamente. (Alfonso Estuardo Ochoa Hofmann)
[3] Milan Kundera, novelista checo.
[4] Aquello que es verdad quizá radique fuera de lo visible o cognoscible por el hombre, es por ello que referimos verdad únicamente a la congruencia que nos podrá dotar de certeza, pero nada más. LA VERDAD ES MUCHO MAS, NO MERECE ESTAR SOBRE PALABRA HUMANA.
[5] No me refiero al sistema valorativo ni normativo, únicamente a las entidades de congruencia que hemos aceptado aunque sea de manera inconsciente. El negro es negro sin importar por qué, dos más dos es cuatro. ¿Dos y dos es veintidós?
[6] Ramón de Campoamor, poeta español.
[7]¿PODREMOS?
[8] Intentar separar al hombre y estudiarlo como entidad pura y aislada es un absurdo ya que el hombre es y se forja únicamente en unión con ese todo. Cualquier entidad superior a una simple cosa, como un valor, no es escindible de su núcleo fundacional… esa entidad perdería congruencia, se volvería otra entidad distinta e indiferente.
[9] Miguel de Cervantes Saavedra
[10]Platón.
[11] Quizás sea obvio que la naturaleza humana es una nada más, la esencia (aquello que no puede cambiar). Como ya se mencionó, no nos podemos basar únicamente en la esencia. ¿Cómo conocer la esencia si al estudiar al hombre, sus cimientos han sido complementados? ¿un hombre puede conocer la esencia del hombre? ¿Tiene esa capacidad, o su ambiente le hacen imposible aislar al hombre y encontrar aquello realmente universal?
[12] Utilizo la palabra destino para resaltar el hecho de que, al argumentar que la razón nos lleva a un único lugar, argumentamos que razonar nos guía a un mismo lugar y que al discernir entre dos opciones, la elección ya ha sido tomada. (lo cual es completamente absurdo, ya que, aunque la decisión ya hubiese sido tomada, no existiría problema racional de intereses, ni de ninguna índole).
[13] Immanuel Kant
[14] Sobre este punto incurriremos más adelante
[15] Soren Kierkegaard
[16] Jorge Luis Borges, escritor argentino.
[17] Dios se hizo hombre y fue crucificado por nosotros (el hombre es memoria del hombre).
[18] Podremos romper etapas e intentar partir de cero, pero al estar conscientes de la nueva etapa, al querer romper con la anterior, algo, aunque sea mínimo, se queda impregnado en nosotros. No importa si es sólo desagrado por lo anterior.
[19] La persona (singular) es inteligente, la gente (plural) es estúpida e incongruente.
[20] “En este mundo traicionero, nada es verdad, nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira”.
[21] Richard Rorty se preguntaría ¿Las montañas existen? Sí ¿Las montañas realmente existen? No.
[22] No conocemos el todo. Quedarnos en el argumento de la filosofía del lenguaje es caer en un regreso al infinito sin salida, es estancar el mismo argumento de la filosofía del lenguaje, porque lo que se está argumentando es así sólo por existencia humana. Es crear, a su vez, un sistema lógico sin salida. No hay intención de derribar el argumento lingüístico, solamente de crear otro argumento que no se ahogue a sí mismo.
[23] Su propósito era meramente político y humano. Es un gran paso para lograr entender lo que el Derecho es en esencia… Fue Sieyes quien planteó un sistema jurídico para cada nación, no un sistema copiado de nación en nación… es Sieyes uno de los que identifica al hombre como creador del derecho y por ende al hombre como único modificador del mismo. No es mi intención degradar el intento del francés, simplemente hacer notar el error que se ha cometido al trasladar palabras literales de más de dos siglos de antigüedad para fundamentar el sistema actual con el que nos regimos.
[24] “El temor les ha dado una Constitución” En la época que Sieyes escribe, el paralelo del Nihilismo, pero nunca tan denigrante, era el temor.
[25] Trataremos este punto como uno de los medios para “hacer sonar la sinfonía”.
[26] Herbert Von Karajan, director austríaco.
[27] Rousseau
[28] Una educación en la que no se limite el acceso a cierto tipo de información, sino que al contrario, al tener toda la información posible, la decisión moral y política sea en verdad una decisión.
[29] Rousseau (en general todos los contractualistas)
[30] William Shakespeare
[31] Nada es bueno por sí mismo, bien es una cualidad que se postra sobre la circunstancia.
[32] José Ortega y Gasset
[33] Véase mi ensayo “…Y Volamos”
[34] San Agustín de Hipona
[35] Arthur Shopenhauer, filósofo alemán.

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